18.10.13

Todos cambiamos


El típico abrazo de despedida y un delicado beso en su mejilla. El corazón se le acelera y teme estar colorada. Suelta una última sonrisa nerviosa y empuja la puerta para entrar en el portal que le llevará a su casa. Intenta no girarse con la sonrisa de niña tonta, pero antes de desaparecer por las escaleras se gira y ve al muchacho tras la puerta de cristal, despidiéndose por última vez de ella. Agita su mano lentamente y deja de verlo cuando ambos se giran para dejar por zanjada esa noche. No sabe si eso ha significado algo, al fin y al cabo solo ha sido un beso en la mejilla. Todo el mundo se da besos en las mejillas en algún momento del día  Cuando se reencuentran, cuando se despiden, cuando le presentan a alguien nuevo. A pesar de ello en su estómago no paran de revolotear las mariposas que aparecen cuando le acaricia el pelo, o cuando le hace reír.  Se desviste sin apenas darse cuenta, ahora mismo está en una nube muy lejos de tierra firme.

***
Tiene la sensación de que va a ocurrir algo malo pero no sabe qué. No entiende por qué tiene esa sensación, no ha ocurrido nada que le haga pensar en algo parecido, sin embargo la sensación de angustia permanece en ella, mareando sus entrañas. Camina distraída por los pasillos, escuchando las voces de sus compañeras como si estuvieras  a kilómetros de ella. Le preguntan y ella sigue en su mundo. ¿Por qué iba a tener que pasar algo? Menuda estupidez. Entonces cuando lo ve a lo lejos. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que se vieron, pero ella llena su rostro con su mejor sonrisa, casi deslumbrante, y levanta la mano como saluda cuando se van a cruzar. Las palabras de saludo salen de sus labios acompañadas por un tono alegre. Sin embargo de él no recibe respuesta alguna. Pasa a su lado como si no existiera, como si se hubiera vuelto invisible. Inconscientemente sigue caminando con sus compañeras, pero la sonrisa ya no es lo que destaca en su cara. Esa era la sensación.

***
Cuando parece que el mundo se pone en tu contra, lo mejor es endurecerse como un caparazón. No dejar que nada ni nadie te vuelva a tirar como una piedra vacía de sentimientos. Sin embargo la vida sigue. Algunas veces las cosas han cambiado tanto para bien como para mal. Ella pensaba en un principio que todo estaba siendo para mal, pero decidió que nada de eso le iba a arruinar la vida. No iba a llorar más por culpa de esas personas, no se merecían ni un segundo más de ella. El sonido de la risa volvió a ocupar el sonido de su vida y la de sus amigas. Todos pasamos por momentos difíciles, y por desgracia a ella le llegó. Pero ahora todo formaba parte del pasado. No quería pensar en nada que no fuere ese preciso instante con los que la querían de verdad. Con las personas que estaba con ella y que la apoyaban. 

- Perdóname, por favor - le dice un día, aprovechando que la muchacha estaba sin compañía. Ella seguía inmóvil, mirándolo, intentando descubrir a qué venía todo eso. ¿Cómo se atrevía? Después de todo lo que le había hecho. - Fui un idiota, lo sé. Por favor, perdóname. - Hace amago de marcharse, no quiere escuchar súplicas, ya tuvo bastante con su silencio. El muchacho le corta el paso poniéndose delante de ella. - Escúchame, por favor. 
- No - dice rápidamente la chica, harta de ese teatro. - Yo fui la idiota por confiar en ti como lo hice.
- Podemos empezar de cero.
- ¿Qué? - parece que eso no le ha gustado nada a la muchacha - ¿acaso crees que es tan fácil olvidar lo que hiciste?, ¿crees que quiero volver a estar contigo después de darme la espalda de esa manera, sin ninguna explicación? - el muchacho agacha la cabeza avergonzado, pero a ella le da igual lo que haga. 
- Ya lo sé...
- Si, parece que tú lo sabes todo, pero las cosas no han salido como esperabas, ¿no? - dice la chica cortándole en cuanto vuelve a abrir la boca. El muchacho parece triste, descompuesto. Nada de lo que haga podrá cambiar a la muchacha. - ¿Sabes?, en el fondo debería darte las gracias. Si no fuera por ti jamás habría aprendido lo que es odiar a una persona. - El joven se queda sin aliento.
- Sé que soy despreciable, y sé que no merezco que me perdones.
- Entonces no vengas buscando algo que no te mereces. - Mira al muchacho sin apenas parpadear. En ese momento el dicho de "si las miradas matasen" no le importaría que fuera real. Se acerca al muchacho y le susurra unas palabras que lo dejan helado. - No quiero que te vuelvas a acercar a mí. No quiero que me saludes, ni que me mires. No quiero nada de ti. 
- De verdad que lo siento - sigue diciendo el chico, a punto de romper a llorar - me arrepiento de todos y cada uno de los días en los que te dejé de hablar. 
- Eso no es suficiente - en los ojos de la muchacha se están agolpando las lágrimas, deseando caer por sus mejillas con tan solo el recuerdo de esos días pasados, esas noches mojando su almohada. - No hay nada que puedas hacer que te perdone. Nada. - Aprieta la mandíbula y piensas sus últimas palabras antes de marcharse y dejarlo atrás. - Ahora eres tú el que va a saber por lo que pasé durante ese año. Aunque por desgracia para ti será el resto de tu vida. - Detiene sus palabras cuando nota como una lágrima está a punto de escurrirse de su ojo. - Te odio.

La muchacha esquiva al chico, que se ha quedado helado en el sitio, y se marcha conteniendo las lágrimas con todas sus fuerzas, pero sabe que no va a poder. Ambos saben que han perdido a alguien que era demasiado importante. Sin embargo uno de ellos va a vivir lleno de arrepiento y el otro lleno de paz. Muchas veces las personas pasamos por malos momentos que, a pesar de todo, nos pueden ayudar para crecer en el futuro y no volver a cometer esas faltas. A veces nos ayudan a cambiar como personas, aunque ella no cambió, tan solo sacó algo que tenía muy guardado en su interior. El rencor. 

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